“Mamá, papá… ¡puedo hacerlo yo solo!”
Cuando ayudamos a nuestros hijos en cosas en las que no necesitan nuestra ayuda, les estamos ofreciendo una solución que habrían podido encontrar por sí mismos. De este modo, les estamos negando el derecho a aprender. Detrás de esta sobreprotección hay mucho amor y ganas de hacerles la vida más fácil. Pero esta buena voluntad hay que medirla bien. De otro modo, se podría convertir en un obstáculo en su autonomía, su autoestima y, a largo plazo, en su felicidad.
La autonomía es la capacidad del niño de decidir por sí mismo cómo resolver las situaciones del día a día sin necesitar la ayuda del adulto. Y es algo imprescindible para que una niña o niño sea feliz. Fomentar, pues, la autonomía en nuestros hijos es fundamental para su relación consigo mismos, con los demás y con el mundo que les rodea.
Sin embargo, en el día a día, muchas madres y padres hacemos pequeñas cosas que, sin ser plenamente conscientes de ello, cortan las alas de la autonomía de nuestros hijos. El profesor de primaria de La Farga, Ricard Muñoz, compartía en su cuenta de Instagram una reflexión en este sentido, y nos invitaba a hacer una lista de todas las cosas que, al final del día, hemos hecho por nuestros hijos y podrían haber hecho ellos solos.
Ponerles los calcetines, peinarles, recogerles la taza del desayuno, hacerse la cama, llevarles la mochila, hablar con su profesor para contarle que se dejó el libro y no pudo hacer los deberes, cortarle la carne de la cena… Tantas cosas que hacemos para ir más deprisa, para no tener que discutir o porque quedará mejor si lo hacemos nosotros. Pero para educar a veces hay que ir poco a poco, explicar las cosas muchas veces y asumir que no todo será perfecto.
Educar es acompañar, pero no resolver. Como hace la madre osa en el vídeo.
Hacer nosotros aquello que nuestros hijos pueden hacer solos es invalidar su voluntad y negar su capacidad. También es ignorar el valor del esfuerzo en su crecimiento y desarrollo. Como decía Ricard Muñoz, “un niño sin esfuerzo se volverá egoísta, déspota y seguramente una persona superficial”.
Os proponemos 3 tips que podemos tener en cuenta para huir de la sobreprotección de nuestras hijas e hijos y fomentar su autonomía.
- Tiempo. Muchas veces hacemos las cosas por nuestros hijos para ganar un tiempo que no tenemos. Las mañanas de los días laborables son un gran ejemplo de esta situación. “Le visto yo porque él va muy despacio” o “le preparo yo la mochila porque no sabe dónde tiene las cosas y tarda mucho”. Si nos levantamos 15 minutos antes, si les damos más tiempo a nuestros hijos, les daremos la oportunidad de hacer las cosas, a su ritmo. Vestirse, quitar la mesa, preparar la mochila, peinarse… son cosas que pueden hacer solos con un poco de tiempo y paciencia.
- Aceptar el error. “Le hago yo la cama, porque si la hace él la deja llena de arrugas y luego tengo que ir yo a hacerla otra vez” o “lavo yo su taza del desayuno porque no lo hace bien y luego tengo que volverla a lavar”. Todo aprendizaje requiere una fase llena de errores. Aceptar el error es ofrecer la oportunidad de aprender. Las madres y padres debemos ser conscientes de que todos, nuestros hijos y también nosotros, podemos equivocarnos. Y que equivocarnos y darnos cuenta de ello nos enseña, nos hace aprender y nos ayuda a mejorar.
- Enseñar. Hay muchas cosas que tendremos que hacer por nuestras hijas e hijos antes de que estén preparados para hacerlas. Pero hay muchas otras que, seguro, pueden hacer por sí mismos. Como madres y padres, tenemos que darles la oportunidad de aprenderlas. Y esto implica que les tendremos que enseñar. Un ejemplo muy simple, pero muy claro: debemos tener presente que nuestro papel como madres y padres no es tener una casa muy ordenada, sino enseñar a nuestros hijos la importancia del orden.
“Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo en el desarrollo del niño”. Esta afirmación de la educadora Maria Montessori resume perfectamente la importancia de educar a nuestras hijas e hijos con más autonomía y menos sobreprotección.
Confiemos en ellos, mamás y papás. ¡Son mucho más capaces de lo que pensamos!