El martes pasado Marisa Moya, maestra especializada en Educación Infantil, psicóloga y entrenadora de Disciplina Positiva por la Positive Discipline Association y certificada como Neuropsicoeducadora, impartió la sesión «Disciplina Positiva: educar con amabilidad y firmeza» en el colegio La Farga.

En tan solo 45 minutos, la experta ofreció a las familias del colegio una master class inspiradora para tomar fuerzas y replantear cómo estamos educando a nuestros hijos e hijas.

La metáfora de la planta

Al empezar la sesión, Moya explicó la metáfora de la planta. Una metáfora o taller que ella utiliza en las sesiones para abrir los ojos de las madres y padres. Este taller práctico consiste en regalar una planta a los voluntarios y enseñarle a estos a cuidar de dicho regalo y acompañarlo en su crecimiento.

Esta metáfora entre la planta y los niños es muy visual, se divide en 5 fases o etapas:

  1. La aceptación. La planta, al igual que tu hijo/a es un regalo. Quizá no es la planta que deseabas, es de otra especie, pero la has aceptado. Aceptar ese regalo conlleva una responsabilidad, el compromiso de acompañarla en su crecimiento.
  2. El conocimiento. No podemos ponernos a cuidar de nuestra planta sin conocer qué características tiene y qué tipo de cuidados necesita para crecer fuerte. En esta etapa la familia debe informarse, analizar y conocer a su hijo.
  3. La revisión de habilidades y destrezas. Tenemos una serie de habilidades y destrezas adquiridas a lo largo de los años, de nuestros padres o maestros. Es hora de valorar estas destrezas, estrategias y formas de educar. No estamos obligados a repetir los mismos patrones que utilizaron con nosotros, podemos conservar solo aquellos que consideremos adecuados y aprender nuevas destrezas.
  4. Acción y perseverancia. Es el momento de poner en práctica las habilidades que hemos adquirido o aprendido. Pero no basta con regar la planta una semana, esta tarea requiere paciencia y perseverancia.
  5. El feedback. Para saber si estamos cuidando bien de nuestra planta es necesario escucharla, ver qué síntomas muestra, qué necesita de más y qué de menos. Con los niños sucede lo mismo, se trata de un proceso en el que tenemos que estar constantemente reajustando nuestro plan de acompañamiento y cuidados a medida que crece nuestro hijo o hija.

El mapa educativo

Los niños se construyen a sí mismos a través de las relaciones con los que los rodean. Ante esta realidad Marisa Moya propone a las familias realizan un mapa educativo en dos sencillos pasos: el primero, analizar el presente y hacer una lista de los problemas que tenemos en casa para con los hijos. La segunda, una lista de virtudes o características que nos gustaría que tuviera nuestro hijo cuando fuera adulto. A estas dos listas Moya las considera «El mapa educativo» una relación entre el presente «problemas a mejorar» y el futuro «cómo queremos que sea».

La educadora invita a los padres y madres a parar, «parar no es perder el tiempo», afirma. Parar es necesario para respirar y cambiar la atmosfera del hogar. Entender que cuando nuestro hijo o hija se porta mal tenemos la oportunidad para mostrarnos como entrenadores de vida. «Yo tengo la oportunidad de modelar y el pequeño de equivocarse en su entrenamiento» comenta Moya.

Para lograr seguir ese mapa educativo que nos hemos marcado, Marisa Moya ofrece una serie de consejos o «hoja de ruta» con 5 necesidades indispensables que debemos satisfacer para que nuestros hijos e hijas crezcan fuertes:

5 necesidades que debemos satisfacer

  1. Somos sociales. Nuestro hijo/a debe experimentar la conexión con nosotros. Entender su relación con papá y con mamá. Para ello es importante llamarle por su nombre y mirarlo a los ojos.
  2. Respeto mutuo. «¡Se acabó lo del miedo y la culpa!» exclama Moya. Los padres nos tenemos que respetar a nosotros mismos, a nuestra pareja y a nuestro hijo por igual. Debemos dar las gracias, pedir las cosas por favor y pedir perdón cuando nos equivocamos.
  3. Eficacia a largo plazo. No podemos desistir si no vemos resultados inmediatos, no se trata de un videojuego, estamos trabajando con arquitectura humana. Según Moya, hasta los 4 años de edad, el niño no tiene capacidad cerebral para autorregularse, lo que significa que su freno o amortiguador cerebral es el adulto. También afirma que hasta los 25 no estamos totalmente formados para tomar nuestras propias decisiones con plenas facultades. En definitiva la educación es un proceso largo y que requiere mucha paciencia.
  4. Habilidades para la vida. Esas habilidades y destrezas que nosotros adquirimos de nuestros padres, las aprenderán nuestros hijos de nosotros también. Por este motivo debemos prestar mucha atención a todo aquello que decimos y, especialmente, a lo que hacemos.
  5. Capacitación y aliento. Nuestros hijos quieren aprender por sí mismos y, aunque nos cueste, debemos ver como lo intentan, como caen y estar a su lado para darles ánimos y fuerzas para volverlo a intentar.

 

Podréis ver toda la sesión y las diapositivas con más información en el vídeo. En Institució Familiar d’Educació, ponemos todo nuestro empeño y dedicación en acompañar a las familias en este largo, pero precioso camino de educar a sus hijos e hijas. Esperamos que este artículo os haya inspirado y sea de gran utilidad.