La frustración, el egoísmo o el materialismo definen los conocidos como niños hiperregalados. Son aquellos que reciben demasiados regalos durante todo el año, y especialmente en Navidad. Para evitar que eso les ocurra a nuestras hijas e hijos, debemos regalar menos y conseguir también que ellos pidan menos. Pero, ¿cómo lograrlo cuando la publicidad, los comercios, el entorno… nos lo ponen tan difícil?

Las velas de la corona de adviento o las ventanitas del calendario nos recuerdan que estamos muy cerca de la Navidad. Pronto celebraremos el nacimiento de Jesús y disfrutaremos de tiempo en familia. Para muchas madres y padres es importante que sus hijos entiendan este momento tan especial de esta manera, y que no asuman la Navidad como un tiempo de vacaciones y una fuente inagotable de regalos. Pero a veces nos dejamos llevar, y acabamos siendo nosotros quienes fomentamos en ellos la idea de que la Navidad consiste, básicamente, en recibir regalos. ¿Cómo evitarlo?

  1. Prioridades. Es importante que como madres y padres tengamos clara cuál es la forma como queremos vivir la Navidad y que seamos coherentes. Si nuestras hijas e hijos nos ven siempre atareados pendientes solo de las comidas o los regalos, es fácil que acaben asumiendo que esto es lo más importante. Anticipar durante las semanas previas la logística de las celebraciones nos permitirá centrarnos en vivir la Navidad cuando nuestros hijos estén ya en casa como queremos hacerlo, y podremos invertir tiempo a hablar con ellos y explicarles qué estamos celebrando y qué es lo verdaderamente importante de estos días.
  2. Generosidad. Pocos o muchos, los pequeños recibirán regalos durante la Navidad. Es importante, sin embargo, que este tiempo no sea solo para recibir, sino también para dar. Antes de que vengan los Reyes, podemos invitarles a revisar lo que ya tienen y a donarlo a personas que lo necesiten Y si queremos ir un paso más allá, podemos animarles a que no donen solo aquello que ya no usan, sino que elijan también algo que les guste mucho para donarlo también.
  3. Límites. La publicidad que los pequeños ven en la televisión, en las tiendas o en la calle es difícil de controlar. Pero sí podemos limitar la que entra en casa. No consumir (o al menos no sobre consumir) catálogos es un buen recurso para evitar cartas demasiado largas. Y no solo eso. Es importante motivarles a pedir aquello que realmente desean, no lo que ven en un catálogo. También es positivo poner límite al número de regalos que pueden pedir. No hay un número mágico, una cifra que sea la correcta. Esto depende mucho de cada familia. Pero poner una cantidad fija ayudará a los pequeños a hacer el ejercicio de elegir, priorizar y asumir que no se puede tener todo.
  4. Agradecimiento. A la hora de escribir la carta, es bueno acompañarles y animarles a no acabar haciendo una lista de la compra. La carta a los Reyes Magos es, precisamente, una carta. Es conveniente saludar a Sus Majestades, contarles algo, agradecerles de antemano los regalos que les llevarán y, también, pedirles aquello que les haría ilusión recibir.
  5. No regalarlo todo. A pesar de que como madres y padres nos gusta ver la cara de ilusión de nuestras hijas e hijos al desenvolver los regalos y encontrar aquello que tanto desean y han pedido, puede resultar positivo hacer un pacto con los Reyes: que, como mínimo, una de las cosas que pidan no se la lleven. De este modo aprenderán a gestionar su frustración.

Estas pautas pueden ayudarnos a convertir los habituales excesos de consumo que a menudo acompañan la Navidad en una oportunidad para trabajar con nuestras hijas e hijos la generosidad y la autogestión de la frustración. ¡Cada situación es una oportunidad para educar!

 

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